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¿Paula? ¿Paula García,
eres tú? – me pregunta el señor Martínez con voz grave y muy varonil.
-
Sí, soy yo. –
contesto con un hilo de voz, los nervios me cierran la garganta. - ¿Ocurre
algo? –
-
Eres Paula, de Almería
¿verdad? – asiento hacia el jefe - ¿No te acuerdas de mí? Soy Carlos, Carlos Martínez,
fuimos juntos a primaria en el colegio. Éramos los mejores amigos por aquel
entonces. –
¡¡NO PUEDE SER!!
¿Carlos? Mi mejor amigo Carlos, el que desapareció sin dar señales de vida, ¿es
el dueño de esta empresa? Mi boca se abre de asombro y me quedo en estado de
shock. No soy capaz de articular palabra alguna, hasta que Carlos rodea mi
mesa, me cierra la boca muy suavemente (si, aun debía tenerla abierta) y me da
dos besos. Entonces reacciono y me olvido completamente de donde estoy, de
quienes hay alrededor y de los estatus sociales y le doy el abrazo con más
añoranza del mundo.
Lo noto tensarse
un poco al principio pero rápidamente me corresponde al abrazo.
-
Paula, estoy muy
bien así, pero siento decirte que esto no es muy correcto aquí. Podemos quedar
otro día y ponernos al día. – me susurra Carlos al oído. Vuelvo a reaccionar y
deshago el abrazo pidiendo perdón a los allí presentes y me concentro en mis
papeles, bajando la mirada para que nadie note el color rojo carmesí de mi
cara.
No me lo puedo
creer, Carlos, mi Carlos, digo mi amigo Carlos, es el jefe y dueño de este
laboratorio. Que cambiado esta, y que guapo, por cierto, nunca me lo imaginaria
así, ha crecido muchísimo, es alto, pelo rubio oscuro o castaño claro, no sabría
definirlo bien (de pequeño era rubísimo), ojos color gris-verdoso y tiene un
cuerpazo…debe ir al gimnasio porque lo note fuertecito.
Escucho ruido a mi
lado y es Lucia dando palmadas para llamar mi atención, cosa que me hace salir
de mi shock y traerme de nuevo a la realidad.
-
Pero que calladito
te lo tenías, ¿eh pillina? – bromea Luci. - ¿En serio conoces al jefazo?
-
Sí. No. Sí. Bueno algo
así. Luego en la comida te cuento. –
-
Vale, pero quiero
saberlo todo con pelos y señales. –
El resto de la
mañana no atino a hacer mi trabajo, por más que leo y releo los informes, por más
que miro por el microscopio, no saco nada en claro, mi mente aún está
digiriendo lo que ha pasado.
A las dos de la
tarde, yo sigo absorta en mis pensamientos y es Lucia quien me tiene que avisar
para ir a comer. Una vez en el restaurante y con la comida delante, noto como
Lucia no para de mirarme.
-
¿Qué? – pregunto después
de un tiempo.
-
¿No tienes nada
que contarme, jefecilla? –
-
¿Cómo que
jefecilla? – Luis se suma a la conversación. - ¿Vosotras sabéis algo que yo no?
Ve desembuchando Luci, que tú eres la de los cotilleos. –
-
Pues lo último, más
reciente y que mola más que nada, es aquí nuestra querida amiga Paula, que es súper
amiga del jefazo, que por cierto, se llama Carlos y esta como un tren. Es guapo,
guapo. Y ahora quiero que me cuente, bueno, que nos cuente como es que lo
conoce. –
-
¿Sííí? ¡Ay
pillina!! Que bien escondido lo tenías ¿eh? – este Luis y sus cosas. – Vaya,
vaya, así que el jefazo y tú…ya sabéis ¿no? – Luis hace un gesto con las manos
como diciendo que Carlos y yo estamos liados.
-
¡¡NOOOO!! Por
favor Luis, no sé cómo puedes pensar así, me conocéis y sabéis que no soy de
esas. – esto se está yendo de las manos, mejor les cuento las cosas como son. –
Puff… - resoplo y suspiro. – A ver, por donde empiezo… -
-
Pues por el
principio mujer. – Lucia siempre quiere saberlo todo. - ¿Os habéis liado? ¿Lo
conoces desde hace mucho? ¿Por qué nunca me hablaste de él? Y lo peor de todo ¿Por
qué nunca me lo presentaste? – me atropella a preguntas. Luis está mirándome fijamente
para no perderse detalle tampoco, menudos amigos cotillas que tengo.
-
Bueno, por partes.
Éramos los mejores amigos en primaria, desde bien pequeños nos conocemos, creo
que desde que íbamos a la escuela infantil, pero con diez u once años se fue, desapareció,
nadie del barrio supo nunca a donde se fueron su familia y él y yo jamás recibí
una carta o una llamada telefónica, nada. Y no, nunca nos hemos liado, éramos
muy jóvenes para pensar en esas cosas. – Creo que no podría haberlo resumido
mejor.
-
Y ahora…ahora que
os habéis reencontrado ¿Qué piensas hacer? –
-
No lo sé Lucia, prácticamente
no sé nada de él, ni siquiera sabía si vivía aquí en España o en el extranjero.
Ni siquiera sabía si estaba vivo, esto es muy raro. – y es verdad, no sé qué
hacer, la relación que teníamos de amistad ya no existe, ¿Qué hago? ¿empezar de
cero? ¿y si él no quiere retomar la amistad? Además no creo que se pudiera dar
el caso, ahora somos jefe y empleada y sería muy incómodo por mi parte.
La hora que teníamos para
comer termina y volvemos al trabajo. Las dos horas que me quedan para salir se
me hacen eternas.
Miro el reloj y veo que
son las cinco de la tarde ¡¡Por fin!! Hoy ha sido un día muy largo. Recojo los
informes, las muestras y todos los cachivaches que tengo por la mesa. Lucia ya
viene hacia mí y nos despedimos de Javier. Él aún se quedara un rato, hoy ha
tenido el día muy ajetreado.
Jose como siempre tan
atento, se despide de nosotras en la puerta.
-
¿Qué tal ha ido el
día señoritas? – ya he dicho que Jose es muy educado.
-
Demasiado largo
hoy. – respondo yo resoplando.
-
Muy intenso, lleno
de cotilleos y por fin conocimos al jefazo. – Lucia siempre con su optimismo y
su alegría.
-
¿Conocieron al
señor Martínez? ¿Y qué les pareció? –
-
¡Ay Jose! Si yo te
contara, es guapísimo, pero aquí la amiga Paula ya lo conocía muy bien de mucho
antes. – Luci siempre está cotilleando, no es mala persona, pero no puede tener
la boca callada, aunque sabe bien con quien puede hablar y con quién no.
-
¿Es verdad eso
señorita García? –
-
Bueno si Jose, más
o menos, es una larga historia y hoy estoy un poco cansada, ¿nos vamos ya Luci?
–
-
Que aguafiestas
eres, de verdad Paula. Bueno Jose, hasta mañana. Y dale saludos a tu mujer y
tus hijas. –
Cuando nos disponíamos a
salir por la puerta escucho mi nombre a lo lejos. Lucia y yo nos volteamos para
ver quien estaba gritando.
-
¡¡PAULA!! ¡¡PAULA
ESPERA!! -
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