miércoles, 7 de septiembre de 2016

El Destino de Paula 19



Capitulo 19



-          ¿Paula? ¿Estás bien? –

Abro un poco los ojos y veo todo borroso por un momento. Voy enfocando y no reconozco el lugar.

-          ¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí? –

Recorro la estancia con la mirada y parece ser el salón de una casa, hasta que doy con una cara.

-          ¿Carlos? ¿Qué haces tú aquí? –

-          ¿Estás bien Paula? Te has mareado justo cuando he abierto la puerta y he logrado cogerte antes que cayeras al suelo. –

-          Gracias. Ha sido una mezcla de nervios y tensión baja. Pero… ¿Qué haces aquí? –

-          Yo vivo aquí… - abro la boca para decir algo… - Y antes de que digas nada, sé que has quedado con alguien. –

-          Tu… ¿Cómo sabes eso? Todo esto es muy extraño y no me gusta nada lo que está pasando…voy a llamarle… - me siento en el sofá donde estoy tumbada y cojo mi móvil del bolso. Carlos no se mueve del sillón donde está sentado, pero no me quita la mirada de encima mientras llamo a ojitos verdes.

De repente comienza a sonar una melodía en la sala y veo como Carlos saca su móvil del bolsillo de su pantalón y me muestra la pantalla.

-          Pero…que… - no sé qué más decir. En la pantalla de su teléfono sale mi nombre.

Cuelgo y la melodía deja de sonar. No puedo creer lo que está pasando en estos momentos por mi mente. Debo tranquilizarme porque si no me mareare de nuevo, pero por falta de aire, ya que creo que me está dando un ataque de ansiedad.

-          Déjame que te explique Paula. – me dice Carlos, todo me parece una pesadilla y empiezo a pellizcarme. – Yo soy y siempre fui el chico al que llamas “ojitos verdes”. Por eso sabia tu nombre, tu número de teléfono y hasta por donde te movías mas o menos. Esas marcas que vistes son una enfermedad que me empezó a salir con el cambio hormonal, por eso nos vinimos a Madrid. He querido quedar hoy contigo para contarte todo, ya que el bebe es mío y para que veas las marcas en directo. Quiero que sepas que no miento. –

-          No puede ser – remarco cada silaba al decirlas y empiezo a asustarme por momentos. Llevo pellizcándome el brazo hace un ratito y ya me duele bastante. Estoy completamente despierta.

-          Con respecto a las cartas… - Carlos sigue hablando, se levanta del sillón y saca una bolsa de tela de un mueble. – aquí están todas mis cartas, mi madre nunca las mando, pero tampoco tuvo el coraje de tirarlas y las guardo bajo llave. Quédatelas, son o eran tuyas. Las puedes leer si quieres. – me da la bolsita de tela. - ¿Quieres algo de beber? –

-          Un vaso de agua estaría bien, gracias. – veo como se dirige a lo que supongo es la cocina, mientras yo guardo el paquete en mi bolso y regresa con una jarra y dos vasos.

-          Aquí tienes. ¿Te encuentras mejor? Me has dado un susto de muerte. ¿Qué piensas de lo que te he contado? –

-          Sí, estoy mucho mejor. No sé qué pensar, tengo que digerirlo todo. Entonces… ¿Tú vives aquí? –

-          Sí, es mi casa. Me la compré con el dinero que recibí del seguro por la muerte de mis padres. Ellos vivían en el centro y después de la tragedia no pude soportar vivir allí por más tiempo. – Carlos deja la mirada fija en algún punto de la pared y se le ensombrece la expresión al recordar cosas que supongo son desagradables para él.

-          Es una casa muy bonita – le digo para que no siga pensando en lo que sea – lo poco que he visto es muy bonito, aunque bastante masculino. –

-          Si bueno, tampoco está decorado al 100%, faltan muchas cosas. ¿Quieres ver la casa entera? – se le acaba de encender un brillo en los ojos – Si te encuentras bien del todo, claro. –

-          Sí, me encantaría verla. Ya me encuentro mucho mejor. – al hablar con Carlos, siento esa confianza que teníamos antes y me olvido un poco de la ansiedad y los nervios.

Nos levantamos a la vez y empieza a enseñarme el resto de dependencias como la gran cocina que tiene estilo americano, porque es muy grande, un despacho juvenil y moderno, el aseo y la cochera, que puede albergar hasta dos coches. Vamos al piso de arriba y como imaginaba tiene cinco habitaciones, dos de ellas con baño incorporado. También hay un baño bastante amplio en esa planta.

La habitación principal es muy grande, incluso se le podría poner dos sillones al lado de la puerta a la terraza (los cuales aún o hay porque la decoración es muy simple y masculina). Me siento en la cama de la habitación de Carlos (imagino que esta será la suya), estoy un poco exhausta, la tensión no debió subir mucho.

-          ¿Estas cansada? –

-          ¿Tanto se me nota? La verdad que sí, tengo la tensión baja y me canso fácilmente. –

-          Estas pálida, pareces un fantasma. Con respecto a todo eso… - se sienta a mi lado – Quiero ayudarte Paula, con lo del bebe, quiero estar contigo en todo momento…y que tu estés conmigo si quieres… -

-          Me alegra escuchar eso Carlos, pensé que este bebe crecería sin padre…pero aún tengo que asimilar que seas tú, porque estoy muy sorprendida. Pero no te preocupes, que por ahora te mantendré informado de todo y cuando nazca, ya llegaremos a algún acuerdo. –

-          No me refería a eso precisamente, quiero estar presente en las ecografías, acompañarte en las citas médicas, ver crecer esa barriguita y … - Carlos hace una pausa pensando lo que va a decir momentos después – Y…no quiero que vivas sola con la tensión baja y esos mareos. –

Me quedo callada. No sé qué decir y mi cabeza ahora mismo va a mil por hora, asimilando lo que me acaba de decir, miles de imágenes pasan volando por mi mente, enlazando unas cosas con otras…cuando comimos juntos…la chica de la que estaba enamorado ¿era yo? El baile de primavera, mi primera vez…fue Carlos, mi amigo Carlos, el mismo con el que de pequeños planeábamos un futuro juntos…

No sé si Carlos espera una respuesta de mi parte, pero no sé qué decirle aún. Miro hacia la ventana y fuera está muy oscuro, ya casi es de noche y noto como me agarra la mano.

-          Ya está empezando Paula, y te aseguro que no es nada agradable. Esto quema y dentro de poco necesitare meterme en la ducha. –

Al principio no entiendo nada hasta que se ven unas marcas por su mano y su cuello.

De repente sale corriendo hacia el baño, quitándose la ropa por el camino. Me quedo paralizada, oyendo como grita de dolor dentro de la ducha. Eso tiene que ser horrible y así todos los días y a mí se me parte el corazón de saber esta realidad que tiene que vivir. A los 5 minutos sale del baño empapado y solo con una toalla atada en su cintura, dejándome ver todas esas marcas tribales. Carlos se queda quieto en la puerta con la cabeza agachada (supongo que por la vergüenza que debe sentir al mostrar su dolor frente a mi) y sin saber muy bien por qué, me levanto y me acerco a él. Con una mano temblorosa le voy tocando las marcas del pecho muy suavemente y veo como cierra los ojos sintiendo mi tacto.

-          ¿Te duele? –

-          Ya no. –

Siento el impulso de abrazarle y eso hago, notando como se tensa un momento, pero correspondiéndome al abrazo enseguida. Nos quedamos así unos minutos que para mí parecen horas.

-          Paula, estoy muy a gusto así, pero me gustaría ponerme algo de ropa. – me susurra en el oído – Y luego si quieres, puedo preparar algo de cena. – me dice separándose un poco de mí.

-          Ah, sí, si, por mi estupendo. – no quiero separarme de él, siento un gran vacío de repente. – Te espero abajo. –

-          Si quieres quedarte… - pone una sonrisa picarona y le sale ese hoyuelo que siempre me ha fascinado. – no hay nada que no hayas visto ya. –

Mi cara debe ser un poema y de color rojo. Salgo lo más rápido que puedo de la habitación y escucho su risa mientras bajo por las escaleras. Mis mejillas arden de lo coloradas que deben estar.

Estoy sentada en el sofá mirando a la nada, sumida en mis pensamientos, cuando entra Carlos ya vestido con una camiseta de manga corta y un pantalón de chándal.

-          Vamos a la cocina. ¿Qué te apetece de cenar? – me dice. Yo me levanto y lo sigo.

-          Pues…no sé. Últimamente no como mucho, casi todas las cosas me producen náuseas y solo picoteo un poco lo que me entra. –

-          ¿Te…apetece tortilla de patatas? ¿O unos filetes de lomo en salsa de champiñones? Es lo que me ha dejado preparado Ángeles para este fin de semana. –

-          ¿Ángeles? – pregunto porque parece que vive alguien con él, por eso tantas habitaciones.

-          Si, Ángeles es la mujer que limpia y cocina en mi casa, y me deja comida y cena para los sábados y domingos. Los fines de semana los tiene libres para estar con du familia. –

-          Ah, ¿y sabe lo de tu enfermedad? –

-          No, no sabe nada, su jornada termina a las cinco de la tarde, a veces antes. –

-          Vale. La verdad que hace tiempo que no como tortilla de patatas, así que eso me parece bien. Y por ahora no siento nauseas ni nada, al contrario, me apetece bastante. –

-          Pues no se hable más Paula. ¿Un vino blanco para abrir apetito? – cuando se gira a mirarme, mi cara debe ser un poema - ¡Uy! Perdón, no me acorde, lo siento, no puedes beber alcohol. Debo ir acostumbrándome. –

-          No te preocupes. Ya que hablamos del tema, el día 12 de febrero tengo la cita para la ecografía. Será por la tarde a las cinco, por si quieres venir. ¿Esa hora está bien para que no salgan tus marcas? –

-          Si, sí, claro que quiero ir.se lo diré a mi secretario. Aunque solo le diré que tengo una cita importante, no lo que es realmente. –

-          Gracias por no decir nada. No quiero que sepan nada en el laboratorio aún. Después de la ecografía se lo diré a Javier y supongo que él te informara a ti o a sus superiores. ¡OH DIOS MIO! Cuando sepan que tú eres el padre, seré la comidilla de los cotilleos. –

-          Tranquila Paula. No digas que soy yo el padre. Por ti hare lo que sea. ¿Has hablado con tu madre? –

-          Aun no, pero mañana la llamare y le contare todo. –

Nos ponemos a cenar en silencio, uno que no es nada incomodo, y yo no dejo de mirar a Carlos, se ve tan raro saber que es él con esas marcas…

-          ¿Por qué me miras tanto? – pregunta Carlos rompiendo el silencio.

-          No sé, es raro verte así, pero más raro es no saber cómo no te conocí antes. –

-          Hablando de mis marcas…no sabemos si esto le puede afectar al bebe, mi madre me lo transmitió a mí y yo puedo transmitirlo… - se queda sin terminar la frase.

-          ¿Y cómo podríamos saber eso? –

-          Mi médico, el que lleva mi enfermedad desde que lo supimos, resulta ser tu médico, el doctor Mario Fernández. He hablado con él y en la próxima visita, te hará unas pruebas y una analítica específica, solo si aceptas. –

-          No sé, tengo tiempo para decidir y pensarlo. Me da un poco de miedo averiguar algo así. Antes te he escuchado y no quiero eso para nadie, supongo que tú tampoco, pero yo no sería capaz de abortar tampoco. –

-          Seguro que todo sale bien. –

Terminamos de cenar y recogemos la cocina. La tortilla estaba muy buena y me ha sentado bien.

-          Es hora de irme. – digo cogiendo el bolso y la chaqueta.

-          ¿Te vas? Yo pensaba que esta noche…no sé, pensé que te quedarías aquí hoy…para hablar y eso. –

-          Carlos, ya hemos aclarado muchas cosas, yo venía enfadada con oji…bueno contigo, por no haberme contestado antes, pero al llegar aquí y enterarme de todo…ha sido mucha información de golpe para mí y necesito procesarla, y eso lo hago mejor sola. Tranquilo que estaré bien. –

-          ¿Te pensaras lo de venirte a vivir aquí? Para que no estés sola. Puedes quedarte en la habitación de invitados que tiene baño propio. –

-          Me lo pensare Carlos, pero no te voy a prometer nada. Eso es algo muy importante y yo tengo mi casa, mis cosas, unas manías…y no sé cómo llevaría un embarazo en un lugar extraño para mí. –

-          Está bien Paula, no pasa nada. Ten cuidado por el camino. Pero una cosa ¿te vienes mañana a comer conmigo? –

-          Si claro, eso sí me apetece. ¿A las doce te parece bien? –

-          A las doce entonces Paula. –

 

En la puerta, cuando me doy la vuelta para irme, Carlos me agarra suavemente la muñeca y tira de mi para girarme. Con la otra mano me agarra de la nuca y pega sus labios a los míos. Me tenso un poco por la sorpresa, pero enseguida le devuelvo el beso. Me suelta la muñeca para agarrarme por la cintura y yo le paso los brazos por el cuello.

El beso va cogiendo intensidad, hasta que nos separamos por falta de aire.


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