Capitulo 21:
CARLOS:
Junto mis labios con los
suyos, pidiéndole permiso para un beso y al momento siento como me corresponde.
Sus labios se abren dando paso a mi lengua que juega con la suya. Rodeo su
cintura con mis manos y la atraigo más a mí. Ella pasa sus manos por mi cuello
y me agarra del pelo (lo que me recuerda que debo cortármelo un poco, me lo he
dejado crecer demasiado). El beso se va intensificando y yo me muevo con Paula
acorralándola con la encimera. Le agarro un poco más fuerte y la levanto del
suelo, sentándola en la encimera. Ella pega un gritito de la impresión, pero no
me frena. Le separo las piernas y me cuelo entre ellas volviendo a juntar
nuestros cuerpos, y la vuelvo a besar. Esta vez soy yo el que suelta un gutural
gemido por su contacto.
Me separo de Paula, a pesar que es algo que no
me apetece nada.
-
Perdona Paula,
pero necesitaba hacerlo, ya sabes lo mucho que me atraes y ahora mucho más que
llevas nuestro bebe dentro. – le digo a Paula sin soltarla.
-
Si, jeje, no hay
nada que perdonar Carlos. Sinceramente, no había pensado en ti de esa manera,
pero si con tu otro…yo, es decir, “ojitos verdes” si me atraía, o su misterio.
Pero al saber que eras tú… -
-
Yo como Carlos no
te atraigo, vale, no pasa nada. –
-
No, no, no es eso
Carlos. Tu…eres muy guapo, te has puesto muy guapo al crecer, y eres muy
caballeroso, pocos de esos quedan hoy en día, pero yo…yo…no busco una relación
seria ahora mismo, aunque sé que todo va a cambiar a partir de ahora. –
Todo esto me duele,
siempre he estado enamorado de ella, en mi vida solo ha existido ella y ahora
me dice que no quiere nada serio. Pues mis planes deberán cambiar y esperare,
porque algún día será mía.
-
Gracias por los
cumplidos Paula. Yo…puedo esperar a que estés preparada o a que quieras una
relación, y espero que ese día sea yo el elegido. ¿Te acuerdas el día que
comimos juntos? Te dije que había una chica…pues eras tú. Si he podido esperar
todos estos años, podre esperar un poco más. –
Paula no contesta y se
queda con la mirada perdida en algo detrás mío. No sé si eso es bueno o malo,
porque no sé si se ha quedado sin palabras o está pensando todo lo que le he
dicho. Nunca me he tenido que enfrentar a algo así, en mi época de instituto no
estuve con ninguna chica, era el chico rarito que solo iba a estudiar y no tenía
apenas amigos debido a mi enfermedad. Y en la universidad, no salía de fiesta,
no podía a no ser que fuera Halloween o carnaval, así que tampoco salí con
ninguna chica, y ya había probado los labios de Paula y no quería probar otros.
-
Carlos yo… - Paula
por fin habla – no sé qué decir, son muchas cosas nuevas, muchas decisiones que
tomar, esto se me hace grande, muy grande. – se baja de la encimera y se dirige
al salón. La sigo sin decir ninguna palabra, no quiero agobiarla más de lo que
debe estar. Se sienta en el sofá y yo me siento a su lado, ante todo quiero que
sepa que podrá contar conmigo para cualquier problema. - Mi vida ha cambiado tanto en estas últimas
semanas que no sé cómo afrontarlo, me gustaba mi rutina, ir a trabajar, volver
a casa, ver alguna peli los fines de semana, leer, salir a correr de vez en
cuando… -
Se le rompe la voz al
final y puedo ver las lágrimas cayéndole por las mejillas. Le aparto algunas
con mi dedo y sin pensármelo dos veces le abrazo. Ella llora sobre mi hombro y
la dejo desahogarse, tengo entendido que las embarazadas tienen cambios de
humor muy repentinos. Y si además le añades todo por lo que está pasando Paula,
hacemos una bomba explosiva.
PAULA:
No sé en qué momento deje
de llorar, ni en qué momento me quede dormida, pero me despierto en una cama.
Al despejarme un poco puedo ver que no es mi cama, ni mi habitación y de
repente me doy cuenta que es lunes, miro la hora en el móvil y me levanto
demasiado rápido, lo que me provoca un pequeño mareo y me siento en la cama un
momento. Ya debería estar trabajando, ¿y Lucia? ¿Quién la ha recogido?
Me asusto un poco,
pero recuerdo que estaba en casa de Carlos. Y que él es el jefe, espero que no
me despida.
Me levanto con
cuidado y salgo de la habitación, dándome cuenta que solo llevo una camiseta
que supongo que es de Carlos… ¡Ay Dios mío! ¡Me ha quitado la ropa! Qué
vergüenza… me giro y veo en la habitación que esta mi ropa bien dobladita en un
sillón. Decido que es mejor vestirme, no es mi casa y no creo que este bien ir
en bragas por ahí. Bajo las escaleras y lo primero que hago es dirigirme a la
cocina, ya que de allí sale un olor a comida, que seguro está muy rica. Me está
entrando un hambre voraz y no hay ni rastro de nauseas.
Entro en la cocina
y me encuentro con una mujer mayor cocinando.
-
¡Buenos días! Eh…
- no sé qué más decir.
-
¡Buenos días
señorita! ¿Desea desayunar? Me ha dicho el señor Carlos que ayer no ceno nada,
y seguro que ahora tendrá hambre. –
-
Si…bueno… Un zumo
de naranja estaría bien, si tiene… -
-
¿Solo un zumo
señorita? Debe comer algo, el señor le ha traído sus vitaminas y necesita tomar
algo con ellas. El señor Carlos me ha dicho que está usted en estado. –
-
Sí, eso es cierto.
Bueno, tomare unas galletas, saladas si tienes, o una tostada con aceite de
oliva. –
-
Está bien
señorita. ¿Puedo ayudarla en algo más? –
-
Eh… ¿Sabes dónde está
Carlos? –
-
El señor está en
su despacho. Hoy no va a trabajar. –
Le doy las gracias a la
señora y le pregunto su nombre, con tanta sorpresa y tanta pregunta se me había
olvidado preguntarle su nombre. Me despido de ella y voy al despacho de Carlos.
Toco la puerta y abro un poco pidiendo permiso para entrar. Carlos está
hablando por teléfono, pero me hace una seña con la mano para que entre.
-
Si, si... Mándame
los informes por e-mail… Está bien, mañana a primera hora lo miramos bien,
antes de la reunión… Vale, hasta mañana. – se despide Carlos de con quien
estuviera hablando y me dedica una de sus sonrisas. - ¡Buenos días preciosa!
Espero que hayas dormido bien. –
-
Si…he descansado
bien. ¿Por qué no me has despertado para ir a trabajar? Es lunes, deberíamos
estar en el laboratorio. Ni siquiera he avisado de que no iba… -
-
Tranquila Paula.
Ayer llame a tu amiga Lucia, desde tu móvil, cuando te dormiste. Le dije que
avisara en el laboratorio que hoy no ibas a ir, que te encontrabas mal
anímicamente. Supongo que sabe algo, porque no me hizo ninguna pregunta, solo
me dijo “cuida de ella”. –
-
Sabe muchas cosas,
ella es mi mejor amiga, mi apoyo aquí en Madrid y nos contamos todo. – me
sorprende que Lucia no preguntase nada, teniendo la oportunidad a huevo. Aunque
supongo que al decirle Carlos que me encontraba mal, no quiso molestar mucho.
-
¿Has desayunado
ya? Ángeles está en la cocina, puedes pedirle… -
-
Ya la he visto, le
he pedido un zumo y tostadas, supongo que me lo traerá aquí…o no, me voy a la
cocina a desayunar. – le interrumpo.
-
Puedes desayunar
aquí, en la mesita de allí, le pediré yo también un zumo y desayunare contigo.
–
Carlos se acerca a la
puerta y llama a su sirvienta para que nos traiga el desayuno al despacho. No
es el sitio más bonito de la casa, pero si él tiene que estar pendiente del
ordenador, no seré yo quien le despiste del trabajo. Le pregunto por qué no ha
ido él a trabajar y me dice que ha avisado que tiene asuntos pendientes en
casa, solo para quedarse conmigo hoy. Sinceramente me estoy pensando venirme a
vivir aquí, lo he pensado un poco y cuando el embarazo este más avanzado,
necesitare un poco de ayuda.
Después de desayunar,
Carlos se pone otra vez con el ordenador a trabajar y yo me voy al salón a ver
un rato la televisión, pero al no encontrar nada que me enganche, decido
apagarla. Cojo el móvil y le mando un mensaje a Lucia. Recibo casi de inmediato
una respuesta suya, preguntándome como me encuentro y que Javier ha preguntado
por mí. Le cuento lo que tengo pensado hacer, ya que a ella le afecta en el
sentido de recogerla todos los días, y me dice que no me preocupe, que ella cogerá
su coche. Me sabe mal, porque me gustaban los ratos de viaje en coche con ella,
aprovechábamos esos momentos para contarnos nuestras cosas, para cantar alguna canción
que salía en la radio que nos gustaba y para reírnos con las bromas que hacían
por antena.
Estoy tan concentrada escribiéndome
mensajes con Lucia que cuando siento que me tocan por la espalda doy un grito
al asustarme.
-
¡Que susto me has
dado! – cuando me giro, veo que es Carlos – No te esperaba. –
-
Es mi casa Paula,
si no me esperabas a mi ¿a quién iba a ser? – Carlos se ríe y cada día me gusta
más su risa, es muy contagiosa. – He terminado de trabajar, podemos ir a comer
fuera hoy ¿te apetece? –
-
Sí, pero me gustaría
pasar por mi casa a coger unas cosas y cambiarme de ropa. Y no quiero un sitio
tan pijo como la otra vez. –
Voy a aprovechar la
comida para comunicarle a Carlos mi idea, y poder llevarme algunas cosas hoy.
Estoy mirando en
mi armario y no sé qué ponerme, sé que es un clásico de las mujeres, pero es
cierto, no sé qué ponerme, porque tener…tengo bastante ropa, pero hoy…como no
he ido al trabajo…pues estoy como perdida. Al final me decanto por un vestido
en tonos marrones y verdes de la marca Desigual, con medias marrones y mis
botas planas. Preparo en una bolsa varias mudas más, ropa interior y en mi
neceser echo todo tipo de cremas, cepillo de dientes, pasta, colonia, etc.
Cuando bajo a la
entrada, Carlos me mira con cara de interrogación.
-
¿Te vas de viaje y
no me he enterado? –
-
Más o menos – le contesto
y me rio – tengo que decirte una cosa. Siéntate en el sofá por favor. – hace lo
que le pido. – He estado pensando en tu propuesta…y creo que sería bueno no
estar sola cuando el embarazo avance, ya que necesitare ayuda, y aunque aquí en
mi casa Lucia puede llegar rápido, no es lo mismo que vivir con alguien que estará
más pendiente. –
-
¿Es cierto lo que
estoy oyendo? ¿Te vienes a vivir conmigo? – Carlos se sorprende tanto que viene
y me abraza tan fuerte que me deja sin aire.
-
Carlos…no…puedo…respirar…
-
-
Perdona Paula. No sabes
la alegría que me das. ¿Por eso llevas esa bolsa? Esta noche te quedas ¿no? –
Carlos no puede dejar de sonreír
y me esta contagiando esa sonrisa suya que me encanta. Me abraza y me da besos
por la cara. De repente me da un beso en los labios, y nos separamos por la impresión.
Esas muestras de cariño me están empezando a gustar y se lo hago saber sonriéndole.
Él me da su sonrisa, viene hacia mí y me abraza cariñosamente.
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